miércoles, 31 de marzo de 2010

Miscelánea

Royal Ascot


Toda la familia real asiste a las carreras en el Hipódromo de Ascot y la reina no las perdería por nada del mundo. La película My Fair Lady y su “Ascot gavotte” han convertido en familiar el ceremonial, la procesión en calesa de la familia y el palco real, donde la soberana convida a sus amigos e invitados especiales (los divorciados no fueron admitidos hasta después de los años 60). La aristocracia de punta en blanco, damas de exóticos sombreros y caballeros de chaqué y galera, la llegada de los cinco landós reales, las bandas de música, todo compone un espectáculo que atrae a las masas. Cada landó descapotable está tirado por cuatro caballos: en el primero viaja la reina y el duque de Edimburgo con el jefe de las caballerizas reales; en los otros cuatro, los miembros de la familia real y los invitados calificados. Los postillones llevan libreas púrpura, oro y escarlata.



Llega la Reina al Royal Ascot 2007

La reina Anne inauguró las célebres carreras en 1711. La procesión en calesa transportando a la familia real fue una idea de George IV y data de 1825, lo mismo que la institución de la Royal Enclosure, el recinto privado donde la soberana –al menos en sus orígenes- convidaba a sus amigos. Con el correr de los años, los cuatro días de Ascot se convirtieron en una semana y se alteró algo en las tradiciones. No importa ahora quién pueda obtener el privilegio de penetrar en el reservado real, con tal que el petitorio haya sido presentado de antemano en el “despacho de Ascot”, que se encuentra en el palacio de Saint James. Corresponde al marqués de Abergavenny, después de una votación, decidir si la persona que se postula resulta digna de encontrarse con la reina.



Propietarios de caballos y sus invitados visitan las cuadras ante la multitud asistente al Ascot Day


Hay tres premios que dominan esas jornadas: la “Copa de Oro”, instituida en 1807 cuando asistía la reina Charlotte; el “Premio de la reina Alexandra” y el “Premio de George VI y la reina Elizabeth”. Y tres personalidades tienen la dirección general de las carreras: lord Porchester, el marqués de Abergavenny y lord Tryon, guardián del tesoro real privado.


Caballos y caballerizas


Las caballerizas reales albergaban en una época exclusivamente automóviles, carrozas y los caballos del rey. Hoy, también sirven de garaje para todos los vehículos de la reina: los seis Rolls-Royce de ceremonia, la veintena de otros automóviles utilizados para la casa y las carrozas de gran pompa, así como los numerosos carruajes, calesas, victorias y landós. Se los ve bastante frecuentemente en Londres cuando la reina recibe a nuevos embajadores: ella siempre envía un vehículo, generalmente de cuatro caballos, para conducirles al palacio.


La Reina y el Príncipe consorte bajan de la “Carroza del Estado australiano”


En oportunidad de las grandes ceremonias y desfiles, las caballerizas reales demuestran su superioridad. Cuando la coronación de Elizabeth, en junio de 1953, los caballos grises de la carroza real fueron sometidos a un particular entrenamiento. Contrariamente al esfuerzo solicitado a los pura sangre, no se trataba de ninguna manera de desarrollar en ellos calidades de velocidad o de resistencia sino, por el contrario, de ritmar su paso y acostumbrarlos a los ruidos de la muchedumbre. Varias veces por semana, los ocho caballos seleccionados, atados a una vieja carroza, dejaban el palacio al amanecer para llegar hasta la abadía de Westminster. A una cadencia de ciento doce pasos por minuto, el tronco ponía una hora y treinta y cinco minutos para cubrir el futuro trayecto del desfile de coronación. Acompañados por los cobres y los tambores de las fanfarrias, los ocho corceles efectuaban el trayecto inverso sin zancadas intempestivas. El profesor de equitación de Elizabeth pudo mostrarse satisfecho de sus alumnos.

La Gold State Coach durante el desfile de coronación


Otro gran desfile tradicional: el Trooping the Colour, que señala el aniversario oficial de Elizabeth, el segundo sábado de junio. Nacida un 21 de abril, la reina rejuveneció más de un mes… por razones meteorológicas. El origen de la ceremonia se remonta a 1755 pero se convirtió en verdadera institución a partir de 1805. Hasta 1988 la soberana, en uniforme de coronel en jefe (casaca escarlata y faldas largas color azul marino) pasaba revista a uno de sus regimientos en el transcurso de un ballet a caballo cuidadosamente preparado.



Desfile de la Massed Mounted Band durante el Trooping The Colour Edición 2007


Montada a lo amazona, dejaba el palacio escoltada por la caballería de la casa, compuesta por los dos regimientos más antiguos de su reino: los Life Guards y los Blues and Royals. Entraba en el Mall y llegaba a la Horse Guards Parade, donde debía desarrollarse el “espectáculo”. Durante los quince días precedentes, la soberana se entrenaba todas las mañanas durante una hora y media, montando como una amazona al estilo de antaño. Suenan las once en punto. El lugar rebosa de gente y la familia real, llegada en calesa, toma su sitio en la tribuna de honor. La revista dura casi una hora, según una ceremonia inamovible. Se ejecutan los himnos nacionales en tres oportunidades y la reina inspecciona cada año un regimiento diferente.






La descripción sería incompleta si no se mencionara a Burmese, la yegua preferida de la soberana. Regalo de la policía montada canadiense, sirvió a Elizabeth durante dieciocho años y, según su lacayo, el sargento de policía Robin Porter, “se trataba de un hermoso y dócil animal, el caballo más dulce de quien haya tenido que ocuparme”. En 1988 los ingleses se manifestaron estupefactos y a la vez entristecidos al enterarse que se les privaba del desfile a caballo de la reina durante el Trooping the Colour: la soberana pasaría revista a sus tropas en calesa. Burmese, de veinticuatro años, había muerto. Elizabeth prefirió ese vehículo como una manera elegante de no traicionar la memoria de su querida yegua que, bien enterrada en Windsor, está permanentemente viva en el recuerdo, inmortalizada en el bronce por James Osborne.



La Guardia


En Buckingham Palace a la reina no le faltan guardias para protegerla. No se trata sólo de defender el palacio sino a la misma soberana. Ese privilegio pertenecía en principio a los alabarderos de la reina, cuya creación se remonta hasta el rey Henry VII, en 1485, y que montaban una guardia ininterrumpida dentro de los muros. Su función, hoy en día, es más honorífica: esos sesenta y ocho Yeomen of the Guard no se muestran sino en las grandes ceremonias, en la apertura del Parlamento, en los banquetes oficiales, en los garden-parties estivales, donde con suma elegancia saben contener a los invitados hasta que la reina hace su aparición. Su vestimenta Tudor, muy rebuscada, de un rojo escarlata orlado con puntillas de oro, no ha cambiado.


Alabarderos de la reina


Desde el reinado de Charles II, el soberano está protegido por la guardia de la casa real, que hoy comprende la caballería –Life Guards y Royal Horse Guards- y cinco regimientos de guardias de infantería. Éstos constituyen la brigada de guardias: guardia de granaderos (Grenadier Regiment of Foot Guards), guardias Coldstream, guardia escocesa, guardia irlandesa y guardia galesa. Los uniformes de los diferentes regimientos son célebres ya que todas las mañanas son fotografiados en el momento del cambio de guardia: túnicas escarlatas, pantalones azul oscuro y gorros tradicionales de piel de oso. Todos poseen el mismo uniforme en su esencia, pero cada uno tiene sus propias características, las plumas en el gorro, la insignia en el cuello y la disposición de los botones en la guerrera constituyen las marcas que los distinguen.



Cambio de guardia


Todos esos regimientos pertenecen a la élite del ejército británico, están equipados con las armas más modernas y cumplen un servicio activo en diversas partes del mundo. Los batallones se despliegan ciertamente para las ceremonias pero sus principales funciones se reservan para custodiar personalmente a la soberana.


La residencia real


Después del reinado de Victoria, Buckingham Palace es la residencia oficial de los soberanos británicos. Símbolo de todo el poderío de la Corona, la antigua vivienda del duque de Buckingham ha provocado diferentes reacciones en los sucesivos monarcas. Victoria pronto llegó a detestarla y Edward VII no dudó en bautizarla “sepulcro”, tan fría e inmensa le parecía. George V participaba de ese sentimiento y Edward VIII –el futuro duque de Windsor- no pudo dejar de comentar en voz alta que los corredores no habían perdido nada de su olor a moho. George VI soñaba con huir para reencontrarse con sus amados Sandringham (Norfolk) o Balmoral (Escocia). Elizabeth II se ha acomodado al edificio pero también es verdad que abandona el palacio todos los viernes a las quince horas para volver recién los lunes. Y cuando ella parte, la residencia se cierra. Como en un teatro, se apagan las luces de escena y se baja el telón.



La célebre fachada del balcón


Uno por vez, cuatro grandes palacios londinenses han servido de residencia real después de la conquista normanda. Westminster, fundado por el último rey sajón, Edward el Confesor, cedió el lugar a Whitehall bajo el reinado de Henry VIII, y Whitehall al palacio de Saint James un siglo y medio más tarde. En 1761 George III adquirió Buckingham House y al año siguiente se instaló allí con la reina Charlotte. Como continuaron utilizando el palacio de Saint James para las recepciones públicas, la etiqueta pudo suavizarse un tanto en “la casa de la reina”. Aún hoy los embajadores extranjeros presentan sus cartas credenciales en Saint James, a dos pasos de Buckingham y la ceremonia de proclamación del nuevo soberano tiene lugar allí.


En los años siguientes la edificación fue ampliada, alhajada y mejorada, convirtiéndose en palacio. Pero ninguno de sus sucesores sacó provecho de la morada hasta que Victoria se instaló en el palacio a mediados de julio de 1837. A partir de entonces las mañanas reales para los caballeros y las recepciones vespertinas para las damas se convirtieron en los únicos medios para ser admitido en la alta sociedad. No obstante estar teñidas por la severidad de la indumentaria y por el protocolo, tanto como por la aridez en los sentimientos de esos contactos circunstanciales, las ocasiones de rozar con los labios la mano del monarca y de intercambiar algunas palabras con la familia real constituían una carta de visita indispensable para la aristocracia.



Suntuoso interior del palacio: el Salón Blanco


De 1901 a 1910, Edward VII pasó confortablemente en Buckingham los años de su corto reinado. George V lo restauró y, gracias a la reina Mary, le dio más armonía y suntuosidad. La llegada de Edward VIII pareció terminar con la vieja etiqueta y se comenzó a modernizar la casa real pero todo terminó abruptamente con su abdicación. George VI hizo construir una piscina y numerosos cuartos de baño, así como instaló la calefacción con fuel-oil. Elizabeth II ha completado el alhajamiento de los pasillos haciendo colocar alfombras por todas partes y suficientes lámparas. El Duque de Edimburgo emprendió reformas en el servicio y propuso medidas de economía, con lo que entró en el palacio todo lo que el siglo XX decretó como práctico y eficaz.




2 comentarios:

  1. Gustavo:

    Accidentalmente, y como consecuencia de la preparación de mi próximo "post", he encontrado tu blog en Google.

    Es realmente muy interesante, y el lector amante de la Historia Universal lo aprecia.
    Si echas un vistazo a mi perfil, verás que ese ramo del conocimiento es uno de mis "intereses".
    Por supuesto que mis entregas son modestas, y se limitan a invitar al lector a que investigue sobre los hombres que invoco.

    Te felicito por la dedicación al estudio de las familias "de sangre azul" de Europa.
    Es un tema fascinante.

    Pero, lamentablemente (aquí viene lo bueno o lo malo, qué sé yo), soy un marxista-leninista consumado.
    Sin embargo, profeso una gran admiración a los estudiosos como tú.

    Mi blog, Sabinas Blues, es una ensalada de temas que carece de pies y cabeza.
    Por alguna razón digo, en la sección "intereses" de mi perfil, "La disección total de lo que me pertenece".

    Haber descubierto tu espacio en este Viernes Santo de 2010 representa una de las mejores experiencias que me ha ocurrido desde octubre de 2006.

    Sabinas Blues no persigue ningún fin didáctico, ni mucho menos ganar prosélitos.
    Es un mero pasatiempo, para mí, pues.

    Recibe un cordial saludo.

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  2. Estimado:

    Agradezco enormemente la deferencia de tus palabras. Trato, en este blog, de resultar lo más ameno posible en texto y fotos teniéndolos en mente a ustedes, los respetuosos lectores.

    Ya me estoy interesando por Sabinas Blues.

    Retribuyo saludo.

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